EL CLUB DE LOS PAÑALES - Parte 1

 




Parte 2 ↠


Parte uno


La llegada de una carta

 


Era una mañana muy bonita, en la que Andrés se iba despertando. Poco a poco fue abriendo sus ojos, observando las cosas en su cuarto, las que se quedaron en desorden cuando se acostó la noche anterior. Terminó de bostezar y entonces se decidió a levantarse, porque ya las sábanas le provocaban un poco de sudor y el fresco de la mañana incomodaba para seguir durmiendo.

Al salir de su cama, estiró sus piernas y sus brazos. Quiso ponerse las pantuflas pero como seguía un poco somnoliento, la puntería en sus pies no era tan buena por las mañanas como esa, por lo que no pudo ponerse las pantuflas, y mejor se fue caminando.

Al llegar a la bonita cocina de su casa, encendió la luz, observando que las hormigas estaban sobre los trastes en el fregadero, disfrutando los restos dulces de la comida en la noche anterior.

Andrés bebió su agua tranquilamente, escuchando a los gallos cantar y los tenues sonidos de la televisión de la casa vecina; podía escucharlo porque la jardinera de su vecino tenía una televisión donde aquellas personas pasaban varias horas al día observando muchos programas, y las mañanas como esa ya era normal.

Al final de beber su agua, Andrés se fue hacia la sala de su casa, sintiéndose animado por hacer lo mismo que las personas vecinas. Llegó hasta los sillones y se sentó, encendiendo la televisión con el control remoto. Al encenderse el aparato, los sonidos de los comerciales recorrieron toda la sala, eso también le asustó a Andrés, y su madre desde el cuarto donde dormía le gritó que le bajara al volumen. El niño así lo hizo, le bajó al volumen, dejando el sonido solo para él.

Andrés se mantuvo observando un programa que hablaba sobre los peces del mar. Le pareció bonito porque era en estilo caricatura, no era como los documentales de historia en la que narraban mucho y no ponían nada entretenido; al menos en ese estilo de caricatura, le llamaba mucho la atención la vida de las manta rayas y medusas.

Fue ahí que en la puerta de su casa hubo ruidos; Andrés las escuchó, pensando que era algún miembro de su familia que contaba con las llaves, porque escuchaba que la perilla se movía. Andrés se asomó para saber si alguien entraría, y realmente saber si era la perilla de la puerta, pero no, solo se dio cuenta que el ruido era producido por el buzón de la puerta, por la cual, observó que una carta entró y cayó. En ese momento comprendió que quien la estaba dejando ahí, le estaba costando.

Tuvo la curiosidad de saber el destinatario de la carta, así que se puso de pie, caminando rápido.

Al llegar a la puerta, no dudó en asomarse por la ventanita al lado, pero el cartero ya no estaba.

Andrés levantó la carta, observando que el sobre no era uno provenido de una agencia de cartas, sino era un sobre hecho a mano, pintado a mano y decorado a mano; Andrés sonrió mucho porque sabía que el sobre estaba hecho por niños. Al darle vuelta al sobre, Andrés se dio cuenta que la carta llevaba un mensaje, que decía: este sobre es para todos los niños que vivan en esta casa.

Andrés se sorprendió y quedó lleno de curiosidad, porque él era el único niño de esa casa. Así que no dudó más en abrirlo, la emoción le daba muchas ganas de ir al baño, bien podría ser bueno llevar puesto un pañal; sabía que el contenido en el sobre iba a ser muy bueno.

Entonces, Andrés rompió los laterales de la carta que iba dirigida a él por ser el niño de la casa, y al sacarlo, en sus manos observó un papel blanco, también pintado a mano, doblado en cuatro partes.