Pablo y su momento a solas en pañal en casa nueva




ADVERTENCIA: El siguiente personaje es TOTALMENTE FICTICIO. Fue creado con tecnologías que usaron los gustos de todo el mundo TBDL y ABDL.








En una tranquila tarde de verano, Pablo exploraba su nueva casa con una mezcla de curiosidad y emoción. La casa estaba vacía, aún sin muebles ni decoración, lo que la convertía en el escenario perfecto para sus juegos imaginarios. 

Pablo, con su inagotable creatividad, decidió que ese día sería un bebé. Rápidamente, buscó en las cajas de mudanza hasta encontrar una manta suave y unos pañales que su madre había comprado para su hermana menor. Se acostó en el suelo sobre la manta, se desabrochó los botones de su pantalón, y se lo quitó. Luego sostuvo de un apretón a los elásticos de su calzoncito de tela, y se lo deslizó por las piernas, dejando ver su desnudez, su pene ya cubierto por los primeros bellos por su edad de 13 años, el cual se iba poniendo bien macizo, con una sólida erección. 

Entonces se puso uno de los pañales, siguiendo los pasos que hacía su madre cuando lo ponía a su hermanito, quien era un bebé de verdad; riéndose mientras se miraba en el espejo del baño por el gran bulto en sus pompas, sentía que caminaba como un pato. 

 -¡Gugu gaga!-, exclamó, imitando los sonidos que había escuchado de los bebés. Se arrastró por el suelo de la sala, que estaba completamente despejado y parecía una pista de juegos infinita. Le gustaba imitar las posiciones de un cambio de pañal, levantando las piernas sobre su pecho, imaginando a su madre delante de él, con las cosas para limpiarle sus pompas, su pene y su ano, de pipí o popó. Se moría de ganas por atreverse a cagarse encima así como los bebés y los niñitos de verdad. 

 Mientras jugaba, imaginó que la casa vacía era un gran castillo y él era el pequeño príncipe cuidado por nobles sirvientes invisibles. Cada habitación se transformaba en un nuevo mundo lleno de aventuras. 

En la cocina, imaginaba que las alacenas estaban llenas de golosinas mágicas. 

En el salón, la alfombra inexistente se convertía en un océano de peluches que lo protegían de los monstruos. 


El tiempo pasó volando y, antes de darse cuenta, el sol comenzó a ponerse, llenando las habitaciones vacías con una cálida luz dorada. 

Pablo se tumbó en el suelo, mirando el techo y sintiéndose feliz y seguro en su nuevo hogar. Aunque la casa estaba vacía, su imaginación la había llenado de vida y alegría. En ese momento, escuchó el sonido de la puerta principal abriéndose. Sus padres habían vuelto de hacer las compras. 

Pablo, todavía en su papel de bebé, gateó hacia la puerta para recibirlos, esperando contarles todas las aventuras que había vivido en su castillo mágico. Su madre lo miró con una mezcla de sorpresa y ternura. 

-¿Qué estás haciendo, pequeño?-, preguntó, riendo mientras lo levantaba en brazos. Aunque era la primera vez en que miraba a su hijo en uno de los pañales destinados a su bebé de verdad, no negó que se veía muy bien, se le vinieron locuras a la mente si su Pablo se convertía en un bebé a esa edad donde ya habían muchas responsabilidades. Pero todo ese potencial de vida solo se redujo a la acción de darle una palmada en las pompas, en el pañal.   

-Jugando a ser bebé en nuestro nuevo hogar-, respondió Pablo, abrazándola con fuerza. Sus padres sonrieron, sabiendo que, con la imaginación de Pablo, su nueva casa siempre estaría llena de amor y aventuras.



FINAL