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Así las cosas deben ser…
Para
cuando el joven despertó de su mediana siesta, Gabriel se mantuvo en su cama,
sin ponerse un pañal él mismo, viendo lo último en mensajes en los grupos de la
escuela, leyendo los comentarios que todos enviaban sobre las materias y los
temas de importancia.
Le gustaba que el viento de la tarde le
refrescaba lo bonito de sus piernas desnudas. Su madre, la señora Érika se
mantuvo abajo, hablando por teléfono, a ratos con su esposo, reportando el progreso
del castigo en su único hijo y los temas de pareja; también hablaba por largos
momentos con los ejecutivos de la empresa INFANTEX, solicitando los pañales de
uso nocturno, para que su precioso bebito gigante no tuviera esos escapes de
pipí, de pie o acostado; y todos los ejecutivos de la empresa accionaban a
favor.
Cuando la mujer terminó esas ocupaciones, ya se
aproximaba la hora de dormir, antes de subir con su joven, se puso a preparar
el uniforme de su chico y también el suyo.
Poco después, la señora Érika subió caminando
rápido, sintiendo que el cansancio se le apoderaba de todo el cuerpo. Llegó con
Gabriel, viéndolo tendido en la cama, recordando lo pendiente en su tratamiento
como bebé. Y le dijo:
─Mi bebito gigante, ya es hora de prepararte para
dormir─.
El joven vio a su madre, no dijo nada, solamente
afirmó con la cabeza, haciendo una ligera mueca, como muestra que seguía en
desacuerdo.
La mujer no dudó en iniciar, rápido sacó una
toalla de la cómoda y le fue a desvestir; le sacó la playera y el calzón que le
dio a usar desde la tarde.
Así desnudo le llevó caminando hasta el baño;
Gabriel se sentía raro, incómodo, sentía como si los pocos muebles en su cuarto
le hicieran burla por mostrarse en esas condiciones.
Al entrar en el baño, la señora Érika puso el
calzón en el lavabo, y ahí de pie, ligeramente le fue echando agua en todo el
cuerpo a su joven; humedeció sus cabellos y luego fue tallando jabón en todas
partes, con sus manos y con la esponja; hizo nacer mucha espuma con todas las
lociones, aromatizando el ambiente a un real bebé. Gabriel sentía las manos de
su madre frotarle la cara, el pecho, los brazos, las piernas, por delante y
detrás, era como un rico masaje muy resbaloso. Cuando sintió las manos de su
madre lavándole su pene, abriendo su prepucio, le volvieron las cosquillas, no
fue difícil, los movimientos le hicieron tenerlo erecto, y así le lavaron esa
zona. En sus pompas, la señora Érika pasó sus dos manos por las líneas de su
joven, sintiendo rozarle su ano, sacando cualquier resto de popó desde el
cambio de pañal por la tarde, pero lo que le quedaba en las manos era la
sensación de grasa, y era la crema aplicada en la tarde. La señora Érika
afirmaba que sería bueno tener una bañera y hacer más cómodo el proceso; en las
fotos del catálogo de INFANTEX había visto unas bañeras como las de bebés pero
tamaño adulto. No sabía por qué, pero en su interior afirmaba que le gustaba
pensar positivo en seguir adquiriendo más bienes para su bebito gigante, por el
aroma y los buenos recuerdos que los artículos le daban.
Poco después, el joven fue rociado con más agua.
Le secaron y le llevaron caminando al cuarto nuevamente.
Gabriel ya sabía que le pondrían el pañal, y para
que su madre le dejara en paz, mejor se subió rápido al mueble con el cambiador,
recostándose boca arriba, abriendo sus bonitas y carnudas piernas. Y la mujer
al ver eso, dijo alegre, sonriente:
─¡Órale, que bueno, mi bebito gigante coopera
bien. Vamos a terminar de secar su bonito cuerpo de jovencito, y luego a
ponerle su pañal!─.
Gabriel sintió ganas de cubrirse el cuerpo para
que no le vieran todo, pero no tenía caso, a pesar de la vergüenza venida por
el comentario, se la resistió. La señora Érika secó rápido todo el pecho de su
joven, sus piernas, delante y detrás. Abrió el primer pañal que tocó con su
mano, lo abrió, observando los dibujitos y disfrutando el aroma, preguntándose
cuántas otras mujeres o varones hacían lo mismo que ella con sus hijos así de
grandotes y en nivel de bachillerato. Levantó las piernas de su hijo con un
poco de esfuerzo, sintiendo la resistencia en un principio, pero luego la
cooperación. Antes de cerrarlo, volvió a hacer que las levantara, teniendo sus
bonitas pompas todas al descubierto, y ahí puso crema con sus dedos,
esparciendo bien la sustancia blanca dentro de sus líneas, cubriendo su ano. Al
bajar, le midió la posición, y en forma de cascada, le hizo caer talco sobre
todo su pene flácido, cuidando aplicar bien con su mano derecha; con eso se
hizo la promesa de hacer una afeitada en esa zona para el siguiente baño, o
llevarlo con alguien que pusiera remedio amplio a los bellos púbicos. Gabriel
sintió rico todo eso.
Cuando Gabriel ya estaba con el pañal con
figuritas, en su postura indefensa ahí en el cambiador, la señora Érika dijo:
─Posiblemente esta sea la última noche que uses
estos pañales ─Gabriel pensó que el castigo había acabado, casi sonreía cuando
escuchó el final del comentario─. He ordenado otros más resistentes…
─Está bien─. Dijo en seco, bajándose del
cambiador, caminando a su cama, echándose de un salto.
─No quiero que te estés desvelando, sabes que nos
levantaremos temprano, a las cinco como será siempre, si vas con sueño a la
escuela, será tu culpa, aprovecha a dormir. Y quiero ese pañal lleno o sucio
para esa hora─. Dijo la señora Érika, cubriendo al joven con las sábanas.
Gabriel tuvo en cuenta eso, por el estrés de
todo, decidió escuchar un poco de música antes de conciliar el sueño. Cuando su
madre se fue dejando el cuarto a oscuras, lleno de aromas infantiles, el joven
se fue por su reproductor de música, se puso los auriculares y se quedó un
largo rato escuchando sus bandas juveniles favoritas.
Haciendo eso le dieron las 2:34 am… Con la música
sonando, cantando en voz baja, o silbando, el joven sentía el pañal haciéndole
bulto entre las piernas y en sus pompas, el cruce por su pene, le gustaba, era
muy placentero, igual que cuando lo hacía a solas. No pudo evitar pasar su mano
por esa zona, acariciando el pañal, dándose palmaditas, sintiendo el plástico,
el algodón considerable, era tan hermoso. Luego se puso a mirar hacia la
ventana, a esas horas, antes de su castigo y siempre, era cuando podía ver el
interior poquito lejano de la casa de su vecino, el señor Joshua, el
propietario de la casa a quien le cayeron los pañales en los pasados días. Así
como siempre le pasaba, por pensar y pensar si fue bueno o malo, se quedó
dormido…
A las 5 am…
¡¡Ring…
Ring!!
Sonaron los despertadores coordinados.
La señora Érika se puso de pie de inmediato, con
todas sus nuevas energías se fue a preparar ella misma para su día…
Gabriel no hizo eso, cuando escuchó la alarma de
su celular, solo se dio la vuelta hacia el otro lado. Su cuerpo sintió que ya
eran las horas de activarse, aunque no envió señales de liberar las ganas de
hacer pipí o popó, solo se mantuvo en pausa.
A los pocos segundos en que se apagó su celular, Gabriel
entró en un bonito y curioso sueño donde los compañeros de su salón sabían que
usaba pañales y no le hacían burlas, se le hizo admirable cómo las chicas y los
otros varones se le acercaban para ver cuando su madre le sacaba la ropa para
ponerle el pañal, y en ese momento ella decía con el mismo estilo de
dedicación, lleno de ternura: ─Haber, ya es hora de preparar a mi bebito
gigante para su pañalito, hay que sacarle toda la ropita, su pantalón de la
escuela, la camiseta, y finalmente su calzoncito de tela, que no es lo correcto,
porque mi bebito debe usar su pañal. Vamos bebito, levanta las piernas y
muéstrale las pompas tan lindas que tienes a mami y a todos los chicos de tu
salón, deben de ver cómo un muchacho de dieciséis años ama ser puesto en su
pañal… haber mi bebito gigante… mi bebito gigante ya es hora de levantarse… ya
es hora de levantarse… ya es…
─¡Gabriel… ya levántate, ya es hora de ir a la
escuela, te dije que no te desvelaras, jovencito irresponsable!─. Habló la
señora Érika, dándole una fuerte palmada en la pierna, provocando que ahora sí,
su adorado bebito gigante, a quien había observado y sacado unas fotos dormido,
pronto se activara, quedando sentado.
Gabriel vio a su madre ahí de pie, sintió sus
perfumes, las visiones de su sueño se le fueron borrando, por la sorpresa, todo
quedó como nuevo en su mente.
La señora Érika le puso el uniforme en la orilla
de la cama, bien planchado. Luego llevó sus manos hacia el pañal de su joven hijo,
y le dijo:
─¿No te mojaste en la noche ni te hiciste popó?
Te dije que no quería esto seco─.
El joven no dijo nada, no abría mucho los ojos
por la luz del pasillo, y negó con la cabeza.
─Bien, entonces hazlo, quiero que tu piel respire
un poco, no es bueno para ningún bebé del mundo que el pañal esté puesto mucho
tiempo─.
Con escuchar eso, Gabriel tuvo uno de esos
alumbramientos mentales, donde pudo recordar el suceso en su sueño, fue por segundos,
pero pudo ver todo el escenario; le dieron unos nervios horribles porque algún
día su madre quisiera hacer eso en la realidad, ponerle el pañal ante todos en
el grupo, desvistiéndolo de esa forma, exponiendo todo su cuerpo… teniendo en
cuenta las de perder en ese castigo, quiso saber negociar de forma sutil con su
madre, y le dijo:
─Mami, y si me hago aquí en el pañal, ¿Me das la
oportunidad de ir a la escuela sin uno?─.
Después de decirlo, al joven le temblaron los
ojos, tanto que apartó la mirada, bajándola, poniéndose rojo. La señora Érika
valoró la propuesta en segundos, apenas el día pasado y hasta ahora, todo había
marchado tranquilo, tal como ella quería todo sucediera en su joven, y le dijo:
─Está bien, tienes esta media hora para hacerlo,
iré a preparar un poco de desayuno para ti a la cocina, me hablas desde el
balcón cuando ya requieras que se te limpie, porque eres un bebito gigante y necesitas
la supervisión de un adulto─.
Antes de irse, ella se inclinó y le dio un beso
en la mejilla, y se fue caminando hacia la salida del cuarto, pensando en picar
unas peras, manzanas y preparar unos ricos huevos revueltos con salchichas.
Ella no cerró la puerta, y Gabriel salió de la cama, estirando su cuerpo,
bostezando. El pañal seguía bien adherido a su cuerpo, igual a cuando se lo
pusieron. Vio a su uniforme, antes de ponérselo debía deshacerse de la ganas de
hacer pipí, las que ya le venían invadiendo el interior. Caminó hacia el centro
de su cuarto, casi al lado del mueble nuevo donde le cambiaban, porque era
donde siempre llegaba más la luz del pasillo y la iluminación pública en la
calle. Mientras se iba concentrando, cerró los ojos, sintiendo la popó ir
bajando lentamente hasta la punta de su ano, consistente y disponible…
─¿Qué estás haciendo?─. Preguntó una mujer, era
la esposa del señor Joshua, el vecino de Gabriel; ella al ver a su esposo
observando discretamente por la ventana, y entendiendo las señales de no
moverse mucho, se aproximó un poco, y quiso saber, pensando que estaba algún
ladrón en la casa vecina. Ahí el señor Joshua le dijo a su esposa en voz bajita:
─Estaba fumando aquí mi dosis como todas las
mañanas, y ahora mismo, estoy viendo algo inusual, es algo nuevo: ¿Recuerdas lo
de los pañales hace días?, ─Su esposa echó un vistazo detrás de su esposo,
observando al joven que conocía, recordando que cuando Gabriel fue niño y hasta
los trece años, le encargó comprar sus tortillas a cambio de unas monedas. Pero
ahora le estaba viendo con una playera y un inmenso pañal en su zona, con las
manos en las rodillas, por eso, de inmediato lo catalogó como un joven con
algún problema mental, jamás en su vida de adulta había visto semejante detalle
en un joven como él. Y siguió escuchando atenta a su esposo─. Al joven de esa
casa, veo que le han hecho pagar el daño que nos hizo, míralo, está usando
pañales y su madre estaba ahí, justo ella supo eso porque le dije y le hice ver
los pañales que nos aventó ese muchacho... se ha hecho justicia… y así las
cosas deben ser…
─¡¿Pero qué tienes que estar mirando tú ahí!?
Deja en paz al pobre chico, hasta ahora nos damos cuenta que tiene problemas
con su cuerpo o algo, por que por algo su madre lo atiende así y le pone esos
pañales gigantes. Cierra ya y déjalo en paz─. Repuso la mujer, dándole una palmada
a su esposo en el hombro.
El señor Joshua siguió espiando discretamente
cuando su esposa se fue, observando ahora que el joven ya no estaba en la
ventana, se había apartado y la luz se había encendido; con toda claridad veía
que el joven caminaba de un lado a otro en el espacio sosteniendo cosas en las
manos, aún con el pañal puesto… ahí mismo vio que la madre del joven ya había
subido, y como la cama del joven se podía apreciar cerca de la ventana, le vio
acostarse ante la señora Érika…
─Haber, vamos a cambiar de pañalito a mi bebito
gigante, porque ahora mismo se ha hecho popó, es muy sucio─. Dijo la señora
Érika, sacando toallitas húmedas y cortando trozos de papel higiénico.
No había pasado mucho tiempo, Gabriel pudo sacar
todas sus ganas en el pañal, le gustó poder ensuciarse y con eso lograr ir sin
pañal a la escuela, así podría ser un día normal, como debían ser en sus
inicios. Pudo percibir que la ventana estaba abierta, poco a poco iba
poniéndose iluminado en el cielo, no mucho, las estrellas aún brillaban. Quiso
levantarse a cerrar, pero ya era tarde, su madre había abierto las cuatro
cintas y bajado lentamente, descubriendo toda la gran bola de popó hasta sus
entrepiernas, cubriendo casi todas sus pompas. Los aromas más fuertes no
tardaron en llegarles a sus narices, y ahí la señora Érika dijo con sonrisas:
─¡Uff… miren esto… mi bebito gigante, como
siempre... Vamos a cambiarle su pañalito ahora mismo para que pueda irse a la
escuela como todo un buen jovencito, ─la señora Érika aprovechó que su hijo
levantó las piernas sobre su pecho, y ella con su mano izquierda levantó un
poco más, teniendo las grandes embarradas de popó en todos los testículos y
líneas de su joven. Seguido, al ritmo de ir limpiando, le fue diciendo─. Huy,
miren a mi bebito gigante, se ha ensuciado mucho a sus dieciséis años, porque
ama mucho sus pañales. Hay que dejar todas sus pompitas y su pene bien limpios.
Gabriel sentía la pena enorme de estar en esa
condición, se preguntaba: ¿Cuántos otros jóvenes eran tratados así?
Al final, Gabriel se mantuvo con las piernas
flexionadas, siendo limpiado por último con toallitas húmedas, dejando ese rico
aroma en su pene y sus entrepiernas. La señora Érika le puso un calzón de tela
color verde y el uniforme escolar.
Gabriel recibió su pañal con todo el sucio depósito
y con su madre tras él, llegaron al contenedor de la basura en su jardín, allí
la señora Érika le dijo a su joven:
─Se me había pasado enseñarte esta valiosísima
lección, mi bebito gigante: los pañales sucios se echan en su lugar, en la
basura, no se les echan a los vecinos─.
Gabriel se deshizo del pañal con el que durmió,
sintiendo que todavía iba calientito. Por ese comentario de su madre, no quiso
ni decir un ─¡JA-JA!─, podría echar todo el acuerdo al mismo bote de basura…
Como el desayuno ya estaba, se fueron a comer
rápido en esa mañana. Al joven no le había incomodado la enseñanza con el pañal
en la basura, la idea de ir a la escuela como un estudiante normal le hacía
sentirse poderoso y maravilloso.
Poco después, Gabriel y su madre salieron de casa
preparados, olorosos a joven varón y a mujer femenina muy imponente. La señora
Érika llevó a su amado joven hasta la escuela, dándole su beso en su mejilla
cuando llegaron.
Gabriel se fue caminando en la fila de los otros
chicos y chicas, todos preparando sus credenciales para ingresar con el policía
y el prefecto. La señora Érika antes de irse a su trabajo en la universidad
como profesora de Nutrición, le envió a su esposo las fotos de su joven usando
pañales por la mañana; el hombre no paraba de reírse...
En la primera hora, Gabriel y todos sus
compañeros tuvieron la clase de álgebra, con el profesor Víctor Hugo. Como
siempre, hicieron ejercicios en la libreta y algunos pasaron al pizarrón. En el
momento en que el profesor anotó los resultados en su lista, vio que el nombre
de Gabriel ya tenía casi siete cuadros en blanco sin puntos, ni calificaciones;
se sorprendió que a esas alturas de los días, sus padres no le estaban dando
importancia a su materia.
Al final
de la clase, el profesor Víctor Hugo se fue hacia control escolar y
prefectura, pidió los expedientes básicos de cada alumno y con la de Gabriel,
le dieron un archivo con una tabla de contacto, donde iba el número, correo
electrónico del estudiante y sus padres.
Usando el número de la escuela, llamó a la señora
Érika, por ser primera tutora.
─Buenos días, dígame─. Dijo la señora Érika,
hallándose aplicando examen a sus alumnos de la universidad, con el grupo en
silencio, todos separados y ella como una autoridad militar.
─Buen día, maestra Érika. Soy el profesor Víctor
Hugo de su hijo Gabriel en álgebra. Hablo usando el número del plantel de
bachillerato…
─¡Claro que sí, dígame!─. Dijo en seco la señora
Érika.
─Bien, quisiera hablarle sobre la situación
académica de su hijo en mi asignatura…