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Una bomba nuclear en la mente
Cuando la señora Érika terminó la llamada con el
profesor de álgebra de su hijo, guardó su celular, retornó a su realidad; por
todos los pasajes en su mente había olvidado haberse ido a hablar al balcón del
edificio escolar. Se quedó pensativa unos dos minutos, hasta se rascó los ojos
al sentirlos llorosos por la faceta provocada a su bonito joven, a quien
mantenía usando pañales como castigo. Lo bueno fue haber llegado a un buen acuerdo
con el profesor Víctor Hugo. Seguido retornó con sus alumnos, observando que
algunos ya habían acabado y le esperaban de pie al lado de su escritorio, con
su examen en la mano hecho un rollo.
Horas después…
Las clases habían pasado para Gabriel. El joven
se sintió como nunca en ese día, pudo convivir mejor con sus compañeros,
levantarse después de cada clase para estirar bien su cuerpo, ir a las
vendimias para comprar algunos dulces o simplemente ponerse a caminar para
visualizar a las chicas bellas de todo el plantel escolar. Las dos veces que
fue al baño para hacer pipí, le gustó poder hacerlo en el mingitorio de forma
normal, ¡Uff! era un gran alivio liberar sus ganas como los jóvenes normales,
pudo comprender que su madre podría ser menos severa con todo el suceso de su
castigo si cooperaba bien, si se dejaba poner los pañales al salir y hacerse
encima como los bebés.
Gabriel se quedó meditando esa idea mientras
echaba sus cosas a la mochila, pensando avanzar con las tareas de resúmenes y
ensayos cuando estuviera en el despacho de su madre.
Para ir con un poco de entretenimiento en camino
a la universidad de labores de su madre, se puso a mandar mensajes a Fernando y
a su olvidado amigo Fabricio, para saber sobre ellos y cómo les iba en sus
vidas, sus escuelas, esperando lo que contaran fuera sorpresivo.
Poco después, Gabriel llegó a la universidad.
Ingresó como siempre, registrándose en la lista
del policía; al pasar, fue por los andadores y al llegar, quitó los candados
con las llaves.
El lugar estaba tranquilo, apenas se sentían los
restos del aire acondicionado, olía a lo típico de un despacho femenino, a una
especie de alcohol anti bacterias y el aroma más rico del mundo: el perfume que
usaba ella. Se fue hacia el escritorio de su madre y ahí se mantuvo leyendo los
mensajes de sus dos amistades. Primero abrió los de Fabricio:
Hola,
he estado tranquilo, iniciando con lo de la preparatoria. Me han dejado
infinitas tareas, muchas exposiciones, apenas logro comer y dormir en las
tardes… pero todo tranquilo… ¿qué tal tú? ¿Cuándo vamos al cine? Ya tiene su
ratito que no nos vemos, de todo esto se platica mejor en persona…
Gabriel terminó de leer. Le causó gracia lo
mencionado de las abundantes tareas, lo mismo iba con él, pero no sabía si
creerle a Fabricio de no tener tiempo con la finalidad de ser buen alumno,
debido a conocerlo por ser un poco holgazán y alguien con mucho sueño… aunque a
diferencia de su pesar con los pañales, admitía que los compromisos atareados
de su amigo eran lo mejor del mundo…
Luego Gabriel se puso a leer los mensajes
recibidos de Fernando. Con sus dedos fue desplazando la pantalla de su celular,
leyendo:
Hola
Gabino, aquí muy bien. Por fortuna ya he recuperado mi celular, mis padres me
lo devolvieron después de este decomiso, fue un martirio total no tenerlo y no
poder enviar mensajes, ni siquiera a ti, me alegro que no me hayas olvidado…
espero pronto visitarte y contarte esta locura, te aseguro que te desmayarás…
de todos modos seguiré siendo breve en mis respuestas con todo el mundo. Saludos,
cuídate…
Gabriel
terminó de leer. Lo último que hizo fue enviarle unos
JaJaJa, está bien, cuídate
mucho…
a
los dos como respuesta, no se atrevía a responder con alguna afirmación para
permitir que llegaran sorpresivamente a su casa, y vieran los detalles decorativos
en su cuarto, los paquetes de pañales guardados en los nuevos muebles. Solo
salió del chat de cada uno, alegrándose
por ellos; aunque le daba mucha curiosidad el pesar de Fernando. De igual
forma, era precipitado querer reunirse y hablar…
Como era hasta ahora, el estar ahí en el despacho
de su madre con todo ese espacio, podía ponerse a jugar con alguna pelota,
hacer ejercicio, preparar una fiesta con muchas chicas y bailar… vaya ideas, de
solo pensar cómo sería cada una, le dio mucho sueño, e igual a los pasados
días, se fue hacia el mismo suelo con el tapete y se propuso dormir. Antes de
hacerlo, le envió un mensaje a su amada madre para avisar que ya estaba dentro
del despacho con la puerta con candado.
El desvelo escuchando música le cobró la factura
a su cuerpo, poniéndole los ojos pesados; como cualquier bebito disfrutando el
fresco del suelo, estiró sus brazos y quedó roncando a los pocos minutos…
El cansancio fue provocando que el joven Gabriel
olvidara el contexto, lo único que su cuerpo sentía era el fresco, también el
escurrir de su saliva por sus bonitas mejillas. Pero su mente, se fue enfocando
en provocarle un bonito sueño, en el cual se encontraba una especie de cuna
gigante, y por alguna razón, su mente hizo la comparación de su estado de vida
actual con el escenario en el sueño; también vio una torre inmensa de pañales
en una pared del cuarto, parecía un salón sin fondo, con todos los pañales del
mundo; el suelo era de una especie de alfombra de goma colorida, y el ambiente
olía a talco para bebés, toallitas y algunos perfumes raros… en ese mismo
instante, Gabriel se dio la vuelta, encontrándose con su padre, el señor
Andrés, el hombre vestido con sus uniformes laborales de siempre, como todo un
ejecutivo, y el mismo traía en las manos uno de esos tantos pañales en el
lugar; a los pocos segundos apareció su madre, la misma mujer, llevando en las
manos la botella con talco y crema.
─Haber, vamos a poner a nuestro bebito gigante en
su pañal, porque ya lo necesita, seguro se está haciendo popó en su calzoncito,
y eso no es correcto─. Dijo la señora Érika, con toda la naturalidad hasta ese
momento en la vida del joven Gabriel. A eso, su esposo, añadió:
─Si, y hay que hacerlo con mucho amor, porque se
lo merece, ha sido un buen muchacho, uno que usa pañales a pesar de verse así
de grande─.
─Por eso es un bebito gigante─. Añadió la señora
Érika, con risas, aproximándose al joven.
Gabriel en ese momento sintió la emoción en el
sueño, pero NO lo vivía como el personaje mientras dormía, sino en la realidad,
su bonito cuerpo pudo erizar la piel por ese sentimiento. En el sueño se dejó
manipular por su madre, recostándose en lo que parecía un cambiador para bebés
aparecido de la nada. Ahí mismo la señora Érika le sacó la ropa que usaba, y
ésta era un mameluco que también lo estaba usando de la nada, viendo a su madre
bajarle el cierre del pecho como si fuera el de su pantalón. Rápido se quedó
desnudo, con sus piernas y su pene al descubierto, con el buen cuerpo de un
bonito joven de 16 años, esperando ser puesto en el pañal que el señor Andrés
iba abriendo a todo su tamaño. Tanto en la realidad y en el sueño, Gabriel pudo
sentir lo bonito de ese momento: las manos de su madre poniéndole talco en su
pene, con toda la suavidad y esmero de siempre, al mismo tiempo que ella
cantaba un tono desconocido, pero alegre, tierno; de un pasaje a otro, se vio con
las piernas sobre su pecho, mostrando todas sus pompas a sus padres, y era el
señor Andrés quien ponía la crema en casi todo el tamaño de esas bonitas
formas, pasando el hombre sus dedos por el ano del joven. ¡¡Uff!! Toda su
hermosa piel vibraba, Gabriel sentía tan rico eso… justo ahí, en la realidad y
durmiendo, concentrado en esas ricas vivencias.
Consentido por sus padres unidos en su castigo,
se fue preguntando: ¿Podría ser que sintiera esto todos los días? ¿Podría mi
madre tratarme así mucho tiempo de mi vida? ¿Podría ser igual de bonito con mi
padre en persona? ¿Cómo puedo hacer que este sueño dure muchísimo tiempo?
¿Puedo quedarme a vivir en este sueño? ¿Puedo vivir esto en la realidad?
Para el joven Gabriel, lo malo de las respuestas
a esas preguntas en conjunto, sobre todo la última, le hicieron activar la
mente, en cuanto escuchó el sonar de las cintas, su mente le dijo la respuesta
a la última pregunta: pero si tú ya lo estás viviendo, tú madre te pone pañales
como un bebito, con mucho amor y esmero, se preocupa por ti y hace todo lo
posible para que vayas bien con los pañales en secreto… ¡No seas imbécil!
Y despertó…
Rápido se puso de pie, la sorpresa, la emoción en
el sueño le hicieron caerse hacia un lado, como un ebrio, lo bueno que puso las
manos. Lo hizo de nuevo, más lento, estirando su cuerpo poco a poco, jurándose
no desvelarse mucho escuchando música. Al terminar de bostezar y estirar bien
piernas y brazos, se frotó los ojos, teniendo las escenas en el sueño bien lúcidas;
recordaba hasta el más mínimo detalle, las voces de sus padres con el tema de
los pañales. Como bien fue un sueño, al encontrarse en su propia realidad,
cruda y fría, decidió olvidarlo, dejar la respuesta al despertar, ponerse en la
posición de siempre en todo eso: necio y arrogante hasta su libertad.
Vio la hora, ya eran casi las 4:00 de la tarde,
pronto llegaría su madre con todos sus alumnos para que dejaran sus trabajos en
el escritorio. Decidió quedarse tranquilo, sintiendo a las ganas de hacer popó
venirle a su cuerpo, por esos calambres en sus interiores. Fue al contenedor de
agua cerca de la ventana, observando a los estudiantes de esa universidad, los
del turno vespertino ya estar en sus andadores con sus mochilas y libros en las
manos; jóvenes mayores a él en edad y tamaño. Justo ahí bebiendo su agua fría,
Gabriel observó por la ventana en dirección a la plaza de reuniones, un espacio
similar a una cancha de basquetbol sin mallas ni red, a una mujer con su
hijito, un chiquillo de 6 años, quien vestía una playera común y
sorpresivamente: un pañal a plena vista, como si fuera un bebé de 3 años o
menos, y más aún, lo tenía mojado; a la larga distancia, como la vista de
halcón, pudo distinguirle el peso, el teñido amarillo por su pipí… por eso
mismo, casi se ahogaba con el agua fría en la garganta.
Gabriel
sintió la traición de la vida misma, el destino, lo que fuera… todo eso lo
estaba traicionando, por eso no podía sacarse de la mente el tema de los
pañales. No quiso dejar de ver a ese niñito jugando alrededor de su madre, una
mujer joven, quien parecía ser una estudiante de esa universidad, o quizás no…
pero su hijito era tan feliz con esas pocas prendas, caminando de un lado a
otro, cercano a los jóvenes universitarios.
Cuando la mujer y su niñito se fueron por otros
caminos, Gabriel se apartó de la ventana, por un lado, quería ir detrás de
ellos para seguir observando al niñito en su modo de ser feliz, por otro,
quería olvidarlo. Justo ahí, el joven se puso a reflexionar: vaya sucesos… antes de comenzar todo este
desastre, yo pensaba que era el único que usaba pañales, no sé si estoy solo en
el mundo con todo esto, sería bueno pronto averiguarlo. Pero luego me doy
cuenta que el hermanito de Fernando usa pañales para dormir, y hoy este niñito
así de grandecito aún los usa. A mí me tienen viviendo las vidas de los bebés y
niñitos como ellos, no sé si sea normal esta coincidencia… admito que me gustan
mucho los pañales, está bonito todo lo que mi madre ha conseguido para mí en
esto por quién sabe dónde, pero no sé, es complicado…
Volvió a ver la hora, ya eran las 4:15 de la
tarde, seguro su madre ya iba en camino a su despacho, o si no estaría
conversando con algún otro docente universitario. Con esas dudas existenciales,
no quiso perder el tiempo y Gabriel sacó su celular y se conectó a la red del
plantel. Abrió el buscador más famoso del mundo y al tener el cursor, pensó en
su castigo, todo lo que su madre le hacía, generó una idea con eso y escribió:
Mi
mamá me castigó usando pañales
Gabriel comenzó a ver la posible infinita lista
de resultados, apenas eran los primeros de los seleccionados relativos a su
consulta, pero antes de leerlos, todavía esperaba que alguno fuera de
consejería:
MI
MAMÁ ME PONE PAÑAL PARA DORMIR…
ME
GUSTA MUCHO USAR PAÑALES
MI
MAMÁ ENCONTRÓ MIS PAÑALES EN LA CASA Y AHORA ME TRATA COMO BEBÉ
SOY
ADULTO Y MI MAMÁ ME PONE PAÑALES TODAVÍA
ME
HAGO PIPÍ EN LA CAMA Y USO PAÑALES
MIS
PAPÁS ME OBLIGAN A USAR PAÑALES, ¿QUÉ HAGO? NECESITO AYUDA…
HOLA,
QUISIERA CONTARLES QUE TENGO CUNA Y ME TRATAN COMO BEBÉ…
MIS
PAÑALES FAVORITOS SON LOS TENA, LOS GOODNITES
ME
ORINO MUCHO EN LA CAMA Y MIS PADRES ME PONEN PAÑAL, TENGO 13 AÑOS
HOLA,
YO TAMBIEN USO PAÑALES, SOY CHICA DE 16
SOY
HOMBRE, VOY EN SECUNDARIA Y ME HACEN IR A CLASES USANDO PAÑAL
A
MI PRIMA LE PUSIERON PAÑALES EN FRENTE DE MÍ
POR
MOJAR MUCHO LA CAMA MI MAMÁ ME TRATA COMO BEBÉ
¿ES
NORMAL QUE MI PENE SE PONGA ERECTO CUANDO MI MAMÁ ME PONE MI PAÑAL? TENGO 14
AÑOS
AYUDA,
MI AMIGA ME CONFESÓ QUE LE PONEN PAÑALES PARA DORMIR, PERO A ELLA NO LE GUSTA,
QUISIERA AYUDARLE, ¿CÓMO PUEDO HACERLO?
FORO
DE PATERNIDAD: CUANDO NUESTROS HIJOS QUIEREN VOLVER A SER BEBÉS
SOY
ADOLESCENTE Y USO PAÑALES POR GUSTO
EN
LA ESCUELA NOS HACEN USAR PAÑAL
MIS
PADRES ME TIENEN CASTIGADO USANDO PAÑALES EN LA CASA
1, 2, 3. 4. 5, 6, 7, 8, 9, 10…
Al llegar al primer final, Gabriel sintió venirle
a su hermoso cuerpo de joven, una fuerte catalepsia; ahí estaba de nuevo, las
acciones del destino o la vida poniéndolo en su lugar, bien podía sentirlo, a
favor o para mal, era evidente, le estaba pasando. Sus ojos no dejaron de leer
titular tras titular de páginas disponibles en internet. Ahí en el número uno
de todo ese listado, pudo comprender que había más de donde vinieron esos, pero
se quedó ahí, volviendo a leer, y por evidente curiosidad, no pudo soportar la
duda, abrió el que hablaba de MI MAMÁ
ENCONTRÓ MIS PAÑALES EN LA CASA Y AHORA ME TRATA COMO BEBÉ, por
sentirse identificado con el tema, eso mismo le había pasado, por sus
travesuras de arrojar sus pañales con popó al vecino, el señor Joshua.
Dentro de esa página, Gabriel se puso a leer con
detenimiento y con prisa. Por haber encontrado un valiosísimo tesoro, hasta
ocultó el celular en sus manos, se inclinó en la silla del escritorio de su
madre, leyendo en secreto los temas de todo ese sitio, un foro destinado a
hablar de puros pañales, de cómo fueron castigadas otras personas de su edad,
más chicos y muy viejos…
Por ser la primera vez del hermoso Gabriel
leyendo esos temas en el foro, con esos textos le bastó para sentirse
totalmente identificado, reales o ficticias esas historias, concordaban bien
con su vida, su madre lo trataba como bebé por haberle encontrado sus pañales
en la casa. No podía creer que muchas personas hallasen tenido vivencias como
la suya, cunas y cosas de bebés en tamaño adulto. Fue ahí cuando todo en su
vida tomó sentido. Comprendió su sueño, lo del niñito hacía poco tiempo, el
hermanito de su amigo Fernando, su propio castigo, ya todo tenía sentido: su destino era ser un bebito gigante.
Con mucho orgullo, se dijo que sí a todo eso.
Poquito después… a Gabriel ni le importó que
dieron las 4:40 de la tarde; la señora Érika ya iba en camino a su despacho,
muy tranquila como siempre, caminando femenina y atenta. Con ese breve tiempo,
a Gabriel todas las lecturas en esas páginas le cambiaron la mente, fue un gran
entrenamiento, parecía que se la habían partido en dos: una mitad conservaba su
ser cuerdo en todo lo general, para ser un estudiante aplicado en el
bachillerato y en cualquier momento, y la otra, se convirtió en la especial
para ser un bebé de 16 años, porque el
joven tuvo la decisión firme de convertirse en el bebito gigante que su madre
deseaba tener; si ella deseaba tener un bebé en gran tamaño, un bebito adorable
iba a tener…
Lo único que Gabriel hizo, fue encender el aire
acondicionado, para no sentir mucho calor mientras leía esas anécdotas,
sumergido en su impacto mental que no bajaba por nada.
Al escuchar abrirse la puerta, el despojo de
candados con las llaves de su madre, alzó la mirada. Apagó su celular sin salir
de las páginas, ya seguiría leyendo, viendo los vídeos y fotos de las personas
de todo el mundo, cuando el mismo estuviera en pañales en su amada casita. Vio
a su madre, la señora Érika, quien conectó la mirada ante él, y ella le dijo:
─Hola, hijito, buenas tardes…
─Hola, mami─. Saludó Gabriel.
Ambos se dieron un beso de mejilla, un breve
abrazo. Antes que el joven hiciera cualquier gesto, la mujer le dijo de nuevo y
el joven escuchó atento:
─Hijo quiero comentarte algo. Por la mañana me
habló tu profesor de álgebra, me comentó lo sucedido en su asignatura contigo,
ya me dijo que no habías entregado muchas tareas, y ya me imagino porqué… fue
por haberse escurrido aquel pañal que te puse, ¿cierto?─.
Gabriel le afirmó con la cabeza, y le dijo:
─Si, no me quise levantar porque estaba manchado,
no quise escuchar burlas por mis compañeros─.
─Y te debo una gran disculpa hijo, quiero me
perdones por eso, admito, fue mi gran error. Para compensarlo, quiero decirte
que ya no vas a llevar pañal a la escuela, de ninguno, solo será para estar en
casa, ¿está bien?─. Dijo la señora Érika, dándole un beso en la mejilla a su
joven, una caricia con la mano.
─Gracias─. Dijo Gabriel, en seco.
─Mientras tanto, con tu profesor Víctor Hugo de
álgebra, entrégale todo lo pendiente, es una persona muy amable y preocupado
por ti me comentó. Te va a recibir las tareas, y ya no habrá más problemas con
él… ─La señora Érika hizo una pausa para darle otro beso en la mejilla a su
precioso joven, a su mismo rostro en sexo masculino. Por último, repuso con malicia,
dándole una nalgada de broma─. Ahora, vamos a la casa, buscaremos algo bueno
para comer. En cuanto a lo nuestro, no creas que tu castigo con pañales ya
terminó, esto sigue.
Gabriel afirmó con la cabeza, sonriente, en su
mente diciendo: Claro que sí, no ha
terminado…
El joven solo estaba esperando tener un buen
momento a solas para hacer su DECIDIDO
acto mágico, demostrarse a sí mismo poder ser un bebé de 16 años, disfrutarlo
en su realidad así como las otras personas en las páginas de internet…
Los dos prepararon sus pertenencias en el
despacho de la señora Érika. Ella se llevó los trabajos de sus alumnos en su
bolso de mano, también una mochila profesional con su computadora. Gabriel
salió con lo de su escuela, bien vestido con su pantalón escolar, el color gris
y su playera blanca con cuello de polo.
En los andadores hacia la salida, todavía
tardaron en irse de la universidad, la señora Érika conversó por minutos con
otros docentes y algunos alumnos del turno vespertino. Tanto así, dieron las 5:06
de la tarde; pero Gabriel sabía que tenían todo el día…
Al salir, fueron rápido al auto. Dejaron las
cosas en el asiento detrás y arrancando, se incorporaron a las calles.
Gabriel se sentía nervioso, pero ansioso. Pasado
un mediano camino entre su casa y la universidad, el joven se propuso iniciar,
las ganas de todo eso ya no las resistía, y le dijo a su madre muy dulce:
─Mamita, ¿ya vamos a casita?─.
La señora Érika puso freno para el semáforo,
conduciendo con cuidado como siempre, muy atenta, pero ahí dentro, sintió algo muy
raro, el tono de voz de su hijo había cambiado, de siempre escucharse muy
varonil por sus 16 años, ahora parecía muy sumiso. Y le dijo:
─Si, ya vamos a casita─.
Gabriel le dijo:
─Mamita, ¿dónde viven los pajaritos?─.
Ahí ella no quiso inclinarse a pensar en nada
fuera de lugar, parecía que su joven estaba jugando, y le respondió:
─Ellos viven en los arbolitos, hacen sus nidos
con ramitas y hojitas─.
Gabriel le dijo con la misma voz sensible y
alterada:
─Órale, me gustaría ser un pajarito, poder volar
con mis alitas, sería muy bello…
La señora Érika afirmó eso con la cabeza.
─Mamita… ¿llegando a casita me das un baño?
¿Luego me pones mi pañal?─. Dijo Gabriel.
La señora Érika sintió bonitas cosquillas en su
ser, bien pudo reconocer a su hijo en todo eso, incluso lo recordó cuando tuvo
cinco años y era una criaturita adorable, un bomboncito para chupar todo el
día. Y le dijo:
─Claro, mi bebito gigante… cuando estemos en
casita te doy un baño y te pongo tu pañal─.
Gabriel alzó los brazos de emoción, casi
aplaudiendo.
Hubo unos segundos, la señora Érika se detuvo en
otro semáforo, ahí ella le preguntó:
─¿Por qué se quedó callado mi hermoso bebito
gigante?─.
Gabriel no dijo nada, por saber los motivos de su
silencio, se sintió preparado para lo siguiente, y solamente, con ese hielo
roto, observando la vida allá afuera, los otros autos y personas caminando,
mientras el semáforo tardaba en pasar de rojo a verde, solo se puso un poco
inclinado en el asiento, luchando contra el cinturón de seguridad; inseguro de
si podría hacerlo o no, en esa posición, pujó fuertemente, liberando sus ganas
de hacer pipí, las acumuladas mientras estuvo en el despacho de su madre y a
los pocos segundos, fueron saliendo sus ganas de la popó, luchando con la
dificultad de estar sentado y la tela del calzón de tela del joven, metido en
las líneas de sus pompas…
La señora Érika bien escuchó los breves y sonoros
gases de su buen hijo ahí inclinado en el asiento, ya entendió por qué ese
silencio, esa posición. Por un momento se desesperó ahí sentada, con las manos
al volante, sintiendo todo el aroma encerrarse; pensaba que hasta el auto iba a
explotar. No pudo creer que su bebito gigante se había hecho popó en el calzón,
pero a los pocos segundos, reconoció el suceso, su joven solo estaba siguiendo
sus órdenes de dar lo mejor de sí en el castigo.
Gabriel no pudo dejar de pujar, veía a su madre y
apartaba la mirada, bien se escuchaban sus pujidos y gemidos, sus respiraciones
tomando fuerza.
Su pantalón y el asiento ya estaban manchados
tanto de pipí como de popó, para ir mejor en el auto, el joven se sentó bien,
aplastando toda la gran carga de popó con su peso, sintiendo todo esparcirse en
su calzón de tela, llegar hasta sus testículos; por fuera solo veía humedad,
respiraba la suciedad, y veía a su madre concentrada al volante...
─Mamita me hice popó… mamita me hice popó, en mi
calzón, y no me pusiste mi pañal…
─Si, ya me di cuenta, mi bebito gigante, ya
haremos tu pedido, te daré una ducha para cambiarte toda la ropa─. Respondió la
señora Érika.
Ella condujo hasta casa, a pesar de ir con todo
el aroma a suciedad ahí dentro, pudo resistirlo, ya había respirado los aromas
a popó de su buen Gabrielito cuando le cambió de pañal esa misma mañana.
Aunque Gabriel iba con el corazón latiendo a mil
por segundo, temiendo estuvieran vecinos en la entrada o algo, reconoció que al
salir del auto iba a quitarse la playera para amarrarla a su cintura.
Así fue, al estar en la acera, Gabriel salió y
para eso ya se había quitado la playera del uniforme. La ató a la cintura y
corrió a la puerta. Su madre iba siguiéndole, observando la mancha de humedad
llegada hasta sus rodillas.
Abrieron como siempre y entraron.
La señora Érika no quiso molestarse, solo con su
gesto alegre y dispuesta a asumir sus propias consecuencias, y eran esas, llevó
a su amado Gabriel hasta el baño en la casa, donde retirando sus candados, poco
a poco le fue sacando el uniforme escolar. Puso la playera y camiseta al lado
del retrete. Quitándole el cinturón, abriendo el botón, bajando el cierre, seguía
respirando las mezclas del pipí y la demás suciedad. Gabriel solo observaba
feliz, orgulloso, pensando en qué decir, pero no se le venía nada bueno…
Al tener al joven en su calzón de tela, el cual
era de color café con rayas blancas, pudo percibir que en sus entrepiernas iba
todo colgando, bien sucio, bien impregnado en la tela, hasta iban escurriendo
gotitas de las dos humedades.
Sin más ni más, ella le fue bajando su calzón,
descubriendo la suciedad en su interior, era mucha, bien batida en casi toda la
forma del calzón para envolver las hermosas pompas y pene del joven.
─Mami me hice popó en mi calzón, lo siento, es
que no tenía mi pañal…
─No te preocupes, mi bebito gigante, siempre
tendré presente tu pañal, pero ahorita hay que limpiarte─. Dijo la señora
Érika.
Gabriel permitió CON TODO EL SENTIDO DE LA
LIBERTAD, que su madre cortara trozos de papel higiénico y le fuera limpiando
sus pompas, como si él no pudiera o supiera hacerlo. Cuando ella le pidió se
inclinara y le mostrara sus pompas, el joven lo hizo, sintiendo las manos de su
madre ir pasando los papeles por la piel de sus pompas. También el joven abrió
sus piernas ahí de pie para que ella le quitara las grandes manchas de sus
entrepiernas, algunas caían al suelo; la limpieza de toda esa zona era precisa,
sin importar que su pene se pusiera bien erecto cuando su madre lo tocaba para
limpiar sus testículos, siempre con mucho cuidado…
Todos los papeles fueron puestos en una bolsa
plástica. Cuando la señora Érika retiró la mayoría en el cuerpo de su joven,
ahora sí abrió la regadera y le fue lavando todo, con muchos jabones, como era
siempre.
Al final, Gabriel tampoco dijo nada en ese
tiempo, solo fue llevado por su madre al cuarto nuevamente, ella le pidió
acostarse en el mueble para cambiar pañales y esperar ahí envuelto en la
toalla.
La mujer se fue al baño para sacar la bolsa con
todos los papeles y el uniforme, el calzón sucio de su joven. No quería lavar
por nada esa prenda íntima, estaba muy sucio y no sería muy agradable seguir
interactuando con ese tipo de cosas… solo lo echó a la bolsa y llevó todo a la
basura de afuera. El uniforme escolar lo puso en una cubeta con jabón para
echarlo a la lavadora más tarde…
Gabriel aprovechó el tiempo que su madre se fue a
limpiar el baño y lo demás, para masturbarse ahí acostado, aprovechando la
firme erección de su precioso pene. Como cualquier varón a esa edad, se frotó
su miembro, subiendo y bajando su prepucio, hasta que estalló en ese amado
orgasmo, el esperado por todas esas emociones en el día. Rápido limpió sus
manos con el papel y esperó ahí acostado en el mueble, totalmente desnudo,
fresco como una lechuga.
Al llegar su madre, fue secado en todo su cuerpo,
aunque ya no había gotas en su piel. Ella le puso mucha crema aromatizante de
bebés en todo su pene, también en sus pompas, en su ano, pasando bien sus dedos
por sus líneas, muy dulcemente, para alejar lo más posible los restos de olor a
popó.
La señora Érika no negaba que le impactara el
nivel de ese momento, las alturas de la vida en que estaba con él. Hacía meses
eran buenos amigos, donde su joven hijo salía por breves tiempos a comer sus
hamburguesas, otros días conversaban comiendo en la mesa y cada uno con sus
propios asuntos. Ahora, ella se encargaba de limpiarle toda su hermosa
intimidad, en su buena forma y tamaño. Incluso, se pudo dar cuenta que algo
había hecho su joven, tras tener restos de semen en la puntita de su pene
flácido. Pero eso no le importó, con las toallitas y papel se lo limpió bien,
bajando el prepucio, limpiando su glande. Como no quería tener otro calzón
sucio, le puso el pañal con todas las del honorable proceso, sonriéndole a su
bebito gigante…
─Bien mi hermoso Gabrielito, estás listo, si
quieres haz tus pendientes escolares y yo me ocupo de lo demás─. Dijo ella.
─Mamita te quiero dar un besito─. Dijo el joven,
poniendo el pico en sus labios.
Le dio un beso a su madre y poniéndose una
playera, se fue a hacer sus pendientes; ya ni le importaba estar en puro pañal
y playera. Gabriel primero se puso a seguir leyendo las historias de internet
ahí en su celular, a todas esas páginas tan emocionantes les debía la vida
entera.
Por ser la tarde, la señora Érika preparó un poco
de carnes instantáneas en su horno, hirviendo unas verduras; hizo agua de limón
y comieron riquísimo.
Pasado el
tiempo en casa…
Gabriel se había mojado en el pañal, se le veía
el bulto frontal. Pero como todavía tenía espacio con el algodón de sus pompas,
la señora Érika decidió cambiarlo al dormir.
Cenaron unas ricas tortas con aderezos naturales.
Ya en la preparación al dormir, le cambiaron el
pañal al joven, la señora Érika se encargó de quitarle los aromas a pipí de su
pene y en sus entrepiernas. También en sus pompas cualquier resto de popó, que
pudiese generarle picazón cuando por naturalidad, su hijo liberaba sus gases en
cualquier momento.
Mientras Gabriel caminaba en su cuarto con el
pañal, hablando cualquier tema en su modo infantil, lleno de emoción y
sonrisas, el señor Joshua había podido ver distintos escenarios ahí, por la
claridad de la luz y las cortinas: pudo ver a su joven vecino con sus pañales
puestos, a la madre del muchacho con esas cosas en la mano. Le había gustado
muchísimo a ese reservado hombre, saber que su queja había tenido efecto. Para
decir sabiamente: así las cosas deben ser…