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La llegada del amor
Gabriel
fue caminando lentamente hacia la chica, quien también ya le estaba devolviendo
la mirada. Los dos tenían nervios. La chica no sabía si ponerse de pie o
quedarse sentada. Gabriel solo caminaba torpemente, con las manos en las
bolsas. Luego con un poco de más valor, se inspiró para romper ese hielo, sabía
que ella era, y le preguntó:
─Hola,
buenas tardes. Una pregunta, ¿tú eres Carolina?
La
chica le quedó observando los ojos claros al joven, con una mínima sonrisa
afirmó la cuestión, pero luchaba por no hacerse evidente. Al final, sonrió más
por reconocer lo apuesto del chico de su edad, poniéndose de pie. Gabriel
sintió que su corazón latía fuerte, era una chica quien estaba ante él, una
mujer auténtica, ya podía sentir su tenue perfume, respirar la fragancia de la
crema en el cabello del sexo opuesto. Justo pudo ver la complexión de la chica,
ella era delgada, caucásica como él, con cabellos lacios en color negro,
mezclados con decoraciones rubias. Entonces, le conoció la voz a la chica:
─Sí,
soy yo. Tú debes ser Gabriel, supongo.
─Claro.
─Mucho
gusto. Yo soy Carolina, con quien hablaste en ya sabes dónde…
Los
dos chicos se dieron un breve abrazo, emocionándose, tocándose los hombros y un
poco las manos. Gabriel tomó asiento al lado de la chica.
Se
sentaron en la banca, uno al lado de otro, con la vista hacia sus zapatos. Pasaron
unos dos minutos en los que los dos no dijeron nada, y era que realmente no
sabían cómo abrir la conversación. Hasta que Gabriel se animó, y le dijo:
─¿Y
qué me dices de ti? ¿Has vivido siempre aquí en ciudad Galván?─.
Carolina
sonrió, volteando a verle, y le dijo:
─Si,
aquí nací. ¿Y tú?─.
─Si,
también…
Los
dos se sonrieron mucho, los ánimos permanecieron por segundos, pero luego
quedaron en silencio, sin saber que más decirse, en la misma postura lateral,
mirando a sus zapatos. Gabriel sentía ganas de hacer pipí, sus nervios por
hablar algo bueno acerca de los pañales era grande. Cuando le llegó la idea de
que Carolina fue quien le contactó en ese foro, ella propuso todo ese
encuentro, y más cuando recordó que ella dijo vivir algo parecido a su castigo
con pañales, le dieron las ganas suficientes. A ese nivel de vida donde su
madre le veía desnudo en cada cambio de pañal y al darle una ducha, toda la
vergüenza afrontada no podía ser superior a hablar con una chica sobre los
pañales. Y como el chico valiente, le dijo a Carolina:
─Oye,
Carolina, por lo del tema que venimos, ¿cómo te ha ido con eso?─.
Carolina
se emocionó, sus mejillas se pusieron rojas como un tomate, pero era una
emoción con un poco de incomodidad. En mujeres, para Carolina la emoción de esa
pregunta era excitación, lo sentía en ese momento ahí al lado del sexo opuesto,
esa vibración, esas cosquillitas provenientes de su vagina, lo único que hizo
fue frotarse las piernas. Sonriente se puso casi en frente del chico en la
barra donde estaban sentados, le observó entre las piernas a Gabriel para ver
si no estaba usando un pañal, teniendo
bien la idea de cómo reconocerlos bajo los pantalones de hombres y mujeres, y
le respondió:
─Sí,
tengo mucho que contarte. Pero me gustaría fueras tú quien inicie… si gustas,
no tienes que decir el nombre del objeto absorbente para que las personas no
nos vean raro, solo una referencia… quisiera saberlo todo de tu vida en cuanto
a eso, y no dejes nada.
Gabriel
sonrió, sus mejillas le vibraron de una forma deliciosa, era como tener
estática en el futuro bello facial de su barbilla y labios. Era una sensación
tan linda el estar hablando sobre su vida con los pañales con alguien del sexo
opuesto. Luego, tomándose su tiempo, le comenzó a decir a Carolina toda su
existencia en la tierra con los pañales, desde que los usó desde chico, sus
memorias, su inicio con el pañal sobrante que se puso en los baños de la
escuela; luego se fue con el castigo impuesto por su madre.
Carolina
estaba con la expresión sorprendida, parpadeaba por cada suceso imaginario,
todo lo sucedido a su amigo le hacía sonreír, casi babear, tener las manos
sudando y sus bonitos pezones bien formados, creciendo por las ideas que le
causaban excitación, al escuchar por su amigo las escenas donde le ponían el
pañal apenas quitándose el calzón. Con prestar mucha atención a las anécdotas
recientes de Gabriel podía sentirle su cálido aliento, por haberse conquistado
por él, respiraba cada exhalo del chico.
Pasó
un rato, Gabriel ya había terminado de
contar sobre sus vivencias con los pañales. Carolina escuchó todo eso, se emocionaba
y daba sonrisas coquetas; en su interior se moría por ser la señora Érika, con
eso poder verle toda la desnudez a ese hermoso chico delante, ya se podía
imaginar a Gabriel con pañales, no le fue muy difícil, le daba una gran
excitación imaginarse toda la desnudez, los aromas a pipí y popó en sus
pañales, se moría por gritarle todas las formas sucias de ser de ella, pero no
era el lugar apropiado.
A
ambos les dolieron las pompas de estar sentados, se levantaron dándose masaje.
Luego Gabriel le dijo a Carolina:
─¿Te
parece que si mientras me cuentas sobre tus vivencias con nuestro tema de
encuentro, te invito un helado?─.
─Con
gusto.
Los
dos caminaron a la par. Todas las personas en la plaza Cool que se hallaban en
las mesas a lo lejos, los veían y pensaban: eran un par más de pretendientes,
ni idea tenían que se encontraron por los pañales.
Los
dos fueron a un local de helados. Gabriel permitió que Carolina eligiera el
negocio, la marca, todo, quería ser tan caballeroso con esa hermosa chica que
la vida le había dado justo en su gusto hacia los pañales.
Al
llegar, Carolina pidió un helado de nuez, bañado con crema de vainilla. Gabriel
pidió uno igual para no tardar, se moría por escuchar la vida en pañales de
Carolina. Sacó el dinero para ese momento, pagó como buen caballero y ya no
volvieron a la barra. Con el corazón latiéndoles al mismo tiempo, ahora se
fueron hacia una mesa, sentándose frente a frente, para poder verse muy bien a
los ojos. Mientras Gabriel comía su helado con su cucharita, le cedió la
palabra a Carolina:
─Bueno,
mi historia es bastante sencilla. A diferencia contigo, a mí me tienen
castigada con usarlos para dormir, mis padres no me los ponen, pero sí se
aseguran que lo tenga puesto, me piden me dé vuelta y baje un poco mi pijama y
les muestre. Para mis inicios, viajemos en el tiempo: cuando yo era una niñita
de ocho años en un pueblo, fue ahí cuando me comenzaron a gustar. Todo inició
al irme a dormir una noche con un amiguito que tuve en ese pueblo, a quien hoy
en día ya no he vuelto a ver. En su casa, por la noche, llegamos directo a eso,
a dormir; antes cenamos un poco de comida que su madre hizo, él tenía hambre y
me invitó a comer, solo fue un par de huevos con salchichas y unos ricos
frijoles; comimos y pasó todo. También jugamos un poco, hacíamos figuras con
las manos y conversamos acostados en la cama, fue un momento tan lindo, tenía
unos ojos tan bonitos, pero en sí, no superan a los tuyos. Poquito después,
llegó la madre de este amiguito, ahí yo vi que ella llevaba un objeto en la
mano, ya sabes qué; me sorprendí mucho porque ya intuirás la idea de un niño de
ese tamaño usando eso para dormir. Justo ahí me tocó presenciar que se lo pusieron,
le vi todo, todo de todo; su madre me preguntó si yo no quería usar uno para
dormir, y con la enorme duda, emoción de estar como él, le dije que sí. Me lo
puso, y mi amigo igual me vio completamente, como ya te imaginarás. No tuvimos
mucha pena, éramos niñitos y era más emoción que vergüenza. Al final, para ya
dormir nos quedamos casi sin ropa, nos acostamos juntos en la cama y nos
dormimos. En serio Gabriel, fue tan linda esa noche con mi amigo, el haber
usado eso con él, dormir a su lado, y eso provocó que me gustaran mucho, era
rico ese bulto delante y detrás. Con el tiempo, perdí el contacto con mi amigo
de esos años, pero el deseo de usar esas cosas se me quedaron en el interior,
fue ahí cuando comencé a ponérmelos a escondidas, los compraba en las tiendas
cercanas a mi casa, buscaba dónde los vendieran por unidad y llevaba uno o dos,
guardando los dineros de mi escuela, no comía nada con la finalidad de poder
ponerme otro, sentir ese rico bulto entre las piernas, presionados por mi
calzoncito femenino. Actualmente, mis padres descubrieron mi gusto, solo
encontraron el paquete, y me llamaron la atención, entendieron este gusto
secreto como una abominación, me hicieron tener un escarmiento para que los
dejara, según ellos quieren que me aburra de eso, y cada noche me revisan que
lo lleve puesto; pero obviamente no les está funcionando, lo estoy disfrutando
mucho. Y esa es mi historia…
Gabriel
escuchó atento la historia de Carolina, esa hermosa chica, muy femenina, de
tono hermoso en la voz. Con el tipo de vivencia de ella, se había jurado hacer
lo posible en la vida, con su madre, con todos, con la finalidad de estar mucho
tiempo con ella y llegar a hacerla su novia.
Los
dos continuaron conversando por un rato más. Carolina solo anexó versiones
olvidadas que no alteraron el detalle en su relato con los pañales.
Luego
se fueron hacia otra parte de la plaza Cool. Con todo el ser divino de
Carolina, a Gabriel no le importó usar el dinero que llevaba para ese momento,
y lo ocupó todo en seguir comiendo otras cosas, como unas hamburguesas y
refrescos.
También
ingresaron a una discoteca, viendo a las personas divertirse, algunas otras
bailaban. Carolina le pidió a su nuevo amigo que bailaran, y así fue. Gabriel
no sabía bailar mucho, pero hizo buen intento, divirtiéndose, observando por
momentos los bonitos pezones de Carolina, sus pompas, su cuerpo entero, ella no
tenía pañal en ese instante, y se moría de ganas por darle un beso, muy
duradero, pero por ser el primer día, no se animaba, temía que Carolina reaccionara
muy mal y la perdiera para siempre.
Tiempo después…
A
Gabriel y Carolina se les hizo muy corto el tiempo, ya habían estado por toda
la plaza, de local en local, sentándose en sus mesas y comprando si algo bueno
se les antojaba. Incluso caminaron a los pasillos de pañales para bebés,
observaron unos pocos paquetes.
─Estos
son los que use cuando fue el proyecto de mi profesora en la primaria, llevé
dos, uno fue para el experimento del polímero y lo usé en la lección en el salón.
El que sobró me lo puse en el baño y me hice pipí ahí, se sintió tan bien─. Dijo
el joven, sonriente a Carolina, dándole el oloroso paquete de pañales con 80
unidades, por ser mayoritario.
Carolina
buscó los pañales que usó con su pasado amigo en su infancia, pero no los
encontró; lo único fue la marca que los producía. Luego se fueron a la sección
de al lado, donde reposaban los pañales para adulto, y ahí los dos sí
encontraron sus pañales preferidos en cuanto a los de farmacia. Gabriel no tardó
en ver a sus mejores compinches, y le dijo a su nueva hermosa amiga:
─Estos
pañales son los que usé esa semana a solas en casa, antes de que mi madre me
descubriera por culpa de mi horrible vecino, el señor Joshua─.
─Pero
no le digas horrible a esa persona, hay que reconocer tu culpa, no debiste
haber arrojado tus pañales usados a su casa, incluso, a mí me molestaría si me
hicieran eso...
El
comentario de Carolina hizo sonrojar a Gabriel; las mejillas de ambos se pusieron
rojas al mismo tiempo, los dos hacían buena química. Después de sonreírse y
mirar los paquetes de pañales, caminaron y dieron un último recorrido por los
pañales para bebés, parecían una pareja buscando la mejor marca para su recién
nacido. Justo ahí, sonó una canción romántica de fondo para todo el
supermercado, era la del cantante llamado Zoe, con su tema “soñé”, y el primer
ritmo casi electrónico encendió el alma sentimental de los dos chicos. El aroma
a pañal infantil hizo llenarse de mucho detalle a los dos. Gabriel no quería
que acabara ese día, parecía un sueño el estar con esa bonita chica, (al menos,
él la veía bonita) quien vivía cosas parecidas y era una de su gusto hacia los
pañales. Al ir a medias, inundados del aroma a pañal de bebé y todo lo
infantil, la canción sonando en su mejor clímax romántico, Carolina se detuvo
de tajo, y conquistada por lo hermoso del joven Gabriel: sus manos, su voz, su
esbelto cuerpo, sus bonitas pompas y piernas, todo, absolutamente todo, ya no
quiso seguir evitándolo, y se le puso enfrente a su rostro, dando un rico beso
directo a los labios del joven. Gabriel sintió cosquillas de punta a punta en
todo su cuerpo, calambres bien ricos desde los pies a las manos; claro sintió
que su pene sin bellos y en reposo fue el más emocionado, una erección se hizo
presente, no tan notoria, pero sí le creció un bulto bajo el pantalón que se
puso al escapar de casa.
Gabriel
y Carolina se dieron ese rico beso, duraron un minuto, respiraban sus alientos,
devoraban el perfume de los pañales de los pasillos. Había ruidos de
supermercado: empleados llamándose por todo asunto, pero no les importaba, en
la mente de los dos estaba el recuerdo de las canciones que bailaron en la discoteca
hacía ya dos horas. Al separarse sus labios, se sostuvieron de las manos, y Carolina
con un poco de vergüenza, reflejado en sus bonitas mejillas, le dijo a Gabriel:
─Espero
no te haya incomodado, es que en verdad me gustaste toda esta tarde, no puedo
creer todavía que haya pasado el tiempo con alguien así, alguien ABDL─.
─No,
no te preocupes, me encantó, tú también me gustas, eres bien linda, hermosa,
cariñosa, y me gustaría seguir conociéndote más…
Carolina
sonrió a Gabriel y se le aproximó a darle otro beso. Con la cercanía, la chica
alcanzó a sentir la erección en el pene de su ahora chico, estaba dispuesta a
aceptarlo como su novio, y no quería a otro, por lo que el roce de su pierna en
la dura erección del joven, no le importó, le gustó.
Hasta
que Carolina vio su hora, Gabriel igual, era tiempo de volver a casa.
El
joven vio los mensajes de su madre enviados hacía dos horas:
Gabriel
Montesinos Aguilar…
Ya
estoy en casa.
¿Qué
te dije?
¿A
caso te di permiso de salir?
Me
dijo el señor Joshua
que te vio salir corriendo después de haberme
ido.
Como
te dije desde el primer día en que te descubrí los pañales:
¡¡Ya
estás grande!!
Te
quiero en la casa sin más dilataciones.
😡😡😡😡😡😡😡😡😡😡😡😡
Gabriel
terminó de leer el mensaje de su madre con muchas caritas emocionales de enfado,
provocando que por todas las ganas de hacer pipí, tuviera derrames pequeños
sobre su calzón varonil, pensó que los pañales eran peligrosos al usarlos
constantemente. Ya era tarde, el sol se había ido y no se dio cuenta del pasar
del tiempo.
Los
dos fueron caminando envueltos del brazo, sin olvidar pasarse sus contactos.
Al
llegar a la salida, Gabriel se aseguró que Carolina se subiera a un taxi. Los dos
se mandaron un beso a la distancia.
Seguido, Gabriel se dio cuenta que todo su dinero se lo había gastado con su chica, no le quedó ningún centavo, ya era de noche y en esa ciudad, por seguridad los taxis no aceptaban el pago en casa. Le dio pesar la idea de irse caminando, sus pies le dolían, sería agotador, problemático, cuando su madre lo recibiera en la puerta…